lunes, 22 de marzo de 2010

A SU MANERA: Hay victoria en la redención cuando el conquistador es Cristo.

COMPARTIDO POR DELIA CASTILLO.

Mateo 26:36-46.

Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega.

Una pregunta acerca del título de un himno me llevó de vuelta a una maravillosa canción que solía cantar en la iglesia titulada: “Que Él haga contigo lo que quiera”. El estribillo dice: “Su poder puede hacerte lo que debes ser; Su sangre puede limpiar tu corazón y hacerte libre; Su amor puede llenar tu alma, y verás que lo mejor fue que Él hiciera contigo lo que quisiera”. Incluso cuando sabemos que la manera de Dios es lo mejor para nosotros, puede que aun así obedecerle sea una lucha. Cuando Cristo nuestro Salvador enfrentó la horrible realidad de llevar nuestros pecados en la cruz, agonizó en oración diciendo: “Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad”. (Mateo 26:39). Jesús, quien vivió para hacer la voluntad de su padre, luchó y oró, y luego obedeció voluntariamente. Y Él nos puede ayudar mientras tratamos de resolver las decisiones difíciles de nuestra vida.
C.S. Lewis escribió: “Al final sólo hay dos clases de personas: las que dicen a Dios “Hágase tu voluntad” y aquellas a quienes Dios dice, al final, “Hágase tu voluntad”. Si continuamente escogemos nuestra propia manera de hacer las cosas. Él a la larga permitirá que suframos las consecuencias.
Lo mejor es rendirse a Dios ahora. Si lo hacemos tendremos la seguridad de que Su manera es la mejor para nosotros.

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